A dar la cencerrada.
Cuando en la villa tenían lugar unas segundas nupcias o matrimonios de edades muy desiguales entre los novios (se casaba un viejo con una joven o una vieja por segunda o tercera vez) o en matrimonios de conveniencia (es decir, cuando los padres obligaban al hijo o hija a casarse con un tonto o tonta por interés económico)… se les hacía a los novios una sonora cencerrada. Una vez corrida la voz del enlace, fuera porque algún allegado se iba del pico, fuera porque lo soplaba el sacristán, o porque se montaba guardia, difícilmente los novios se escapaban sin la ensordecedora cencerrada y del bochorno de verse acompañados al templo entre alboroto y burla. Los vecinos cogían de la casa o de la cuadra, cualquier utensilio susceptible de hacer mucho ruido. Generalmente esquilones o cencerros; pero también servían sartenes, almireces de bronce o carracas que emitiesen sonido fuerte, rústico, desapacible y de efecto grotesco. El diccionario de la RAE define la cencerrada como un ruido molesto