El mes más cordial del año: Junio del Corazón de Jesús

En Gaibiel Junio era un mes de piedad densa. El Corpus suele caer en este mes, además estos 3o días estan consagrados al culto del Sagrado Corazón. El viernes posterior al Corpus es el día tradicionalmente dedicado a la fiesta del Sagrado corazón de Jesús. El día siguiente era el del corazón de María. No se trataba de una devoción opcional, como puede serlo a un santo o santa del calendario sino de una devoción esencial al cristianismo y fuertemente arraigada en la piedad popular. Eran muchas las casas donde -desde el siglo XVIII- la imagen del Sagrado Corazón era entronizada, muchas las puertas que tenían su imagen en metal, muchas las personas que llevaban su escapulario y sobre todo muchos los mozos que, desde las guerras carlistas, portaban en las contiendas el famoso detente: "Detente bala, el Corazón de Jesús está conmigo".


En Gaibiel todas las tarde de Junio, tras la escuela rezaban el piadoso ejercicio del mes del Corazón de Jesús. La estructura del acto devocional era simple: Tras el “Por la señal…” se realizaba el acto de contrición seguido de un canto devocional. A continuación los cantores entonaban “los inflamas” a varias voces.

1º.- Corazón de Jesús, templo dignísimo del eterno Padre.
Corazón de Jesús, templo dignísimo del eterno Padre,
Inflama, inflama, inflama mi corazón
en el Amor divino en que te abrasas.


2º.- Yo te adoro dulcísimo Corazón,
Dulcísimo, dulcísimo, Corazón de Jesús.
Inflama mi corazón, inflama mi corazón,
en el amor divino en que te abrasas. (bis)


3º.- Corazón de Jesús, Corazón de Jesús,
Morada, morada del Espíritu Santo,
Morada del Espíritu Santo,
Inflama, inflama, inflama mi corazón
en el amor divino en que te abrasas
.

Tras cada uno de los cantos se rezaba el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias (cruz, corona y herida de la lanza), con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

Para concluir, tras un breve silencio, el sacerdote pronunciaba la letanía del Sagrado Corazón (por lo que algunos mayores gaibielanos nos dicen que se rezaba el rosario), que rezada a diario durante todo el mes alcanzaba indulgencia plenaria. Finalizaba el acto con la oración de consagración y un canto final al Sagrado Corazón.
¡OH, DIVINO CORAZÓN!
Llagado por mi amor
¿Cuando será que yo viva solamente para vos?
Que yo viva, que yo viva
Solamente para vos…
El culto al Corazón de Jesús se funda en el amor de Cristo a los hombres. Desde los primeros tiempos del cristianismo se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Cristo, de donde salió sangre y agua; de ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo. Por tal motivo la Iglesia ha afirmado -por medio de los Pontífices- que es absolutamente necesario que los fieles rindan culto y veneración, privada y públicamente, al Sagrado Corazón de Jesús. Aunque insignes hijos de la Iglesia, como Santa Margarita María de Alacoque, San Claudio de la Colombiere, San Juan Eudes y otros muchos dieron impulso a este culto y popularizaron la iconografía cordial, debemos dejar claro, sin embargo, que las raíces de la devoción llegan hasta la Revelación original y oficial, o sea, a la primitiva Tradición y a la Sagrada Escritura.

El origen de esta devoción se remonta a la experiencia de Jesús que tuvieron los apóstoles y los cristianos de la Iglesia primitiva. Los primeros devotos fueron San Juan Evangelista, que se quedó extasiado contemplando el Corazón de Jesús traspasado por una lanza (Jn. 19, 34), y Santo Tomás, que viendo el costado abierto cayó de hinojos exclamando: “Señor mío y Dios mío” (Jn. 20, 28). Sin embargo, esta fiesta fue establecida a instancias de Santa Margarita María de Alacoque, quien en Paray-le-Monial (Francia) el 16 de junio de 1675 tuvo una visión en la que Cristo, mostrándole su corazón -rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida de la que brotaba sangre y una cruz que salía de su interior-, le encomendó el establecimiento de una fiesta en su honor el viernes posterior al Corpus. Gaibiel, sobre todo las amas de casa, encontraba en el Corazón de Jesús el ansiado auxilio en su necesidad: "Sagrado Corazón, en vos confio".

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