Los Comulgares

El día de san Vicente Ferrer, lunes siguiente al domingo de Cuasimodo, cumplida una semana del día de Pascua, en Gaibiel se vivía una jornada tan festiva como la de la mañanica de pascua: “los comulgares”.

Bien de mañana –apenas concluida la Misa primera-, sobre las nueve, salía del templo la cruz parroquial flanqueada por los ciriales. Un volteo general de campanas pregonaba a los cuatro vientos que Gaibiel acompañaba jubiloso al Santísimo en su visita a los impedidos. Iba bajo palio precedido de todos los fieles -muy mudados con sus mejores galas-, y seguido por el ayuntamiento y la banda de música. El párroco, revestido de sotana, roquete y estola, portaba el Copón, que contenía las Sagradas Formas, recogido entre las manos y llevado con solemnidad bajo la capita de los comulgares (uno de los pocos ornamentos sagrados que en Gaibiel consiguió ser salvado en guerra). Es una pieza de tela noble, muy vistosa, aunque se encuentra muy deteriorada por la antigüedad y el uso.

Los balcones de las calles por donde pasaba la procesión se adornaban con cubres. La procesión de los Comulgares, databa de tiempo inmemorial y en ella se llevaba la santa Comunión a los enfermos del pueblo que lo solicitaban. Se trataba de facilitarles el cumplimiento pascual ya que al estar impedidos no podían acudir al templo.

Al llegar a la casa donde había una persona delicada de salud y que quería recibir al Santísimo, era costumbre que la procesión se parase, y los fieles acompañantes se pusieran -a ambos lados de la puerta- devotamente arrodillados al paso del Santísimo. En la vivienda, la familia disponía un sencillo altarcito para que el cura depositara el copón, con un mantelito, velas encendidas, algunas flores. Acompañaban al párroco el Alcalde y el Juez; precedidos del monaguillo que iba tocando la campanilla. Al salir de la casa el Santísimo, los fieles entonaban cantos y se reanudaba la procesión con la música.

Se trataba de una fiesta muy participativa y emotiva, por cuanto representaba de solidaridad con aquellos vecinos a los que su enfermedad les impedía participar en los actos colectivos del pueblo. Los mayores recuerdan éste día con mucho cariño "como un día muy bonito" ya que se encuentra vinculado a la memoria de sus seres queridos. La comunión fuera de Misa sólo se recibía como viático (en el momento de la muerte) y éste día. Por ello, los comulgares constituían un acontecimiento verdaderamente extraordinario. Además la buena vecindad y los estrechos lazos de consanguinidad de las familias extensas hacían que casi todos los participantes en la procesión tuvieran algún parentesco o afecto con alguno de los comulgantes.

Al concluir la procesión, como cualquier día de fiesta que se preciase, los hombres celebraban un gran almuerzo.

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