Bendición de los campos y viñas

En Gaibiel, cada año ese día, tres de mayo se realizaba la tradicional “Bendición de campos y viñas”. Los campos estaban sembrados de centeno, cebada, trigo y algarrobas, la paja obtenida se utilizaba a lo largo del año para el ganado, y el trigo bien molido para hacer el pan de cada casa. La Iglesia recurre a los sacramentales para obtener del Cielo favores temporales, por ejemplo, en la bendición de los campos, se le pide a Dios que derramee sus bendiciones sobre las cosechas para que la tierra fértil supla las necesidades y carencias de los desposeídos.
Con este anhelo, tras la celebración de la Misa de 9 de la mañana, gran concurrencia de gaibielanos salían del templo en rogativa de bendición de campos y viñas, camino de la ermita de San Blas. Iban precedidos de la cruz parroquial y los ciriales. Cerraba la procesión el cura, revestido de sobrepelliz, estola del color del tiempo liturgico y capa pluvial, acompañado del sacristán que portaba el acetre. La piadosa comitiva iba en filas cantando y recitando la letanía.
Al llegar a la puerta de la ermita, se concentraban alrededor de una mesita revestida con mantel, a modo de altarcito, un crucifijo y dos candelabros. En ella se depositaba el relicario con la reliquia del lignum Crucis. Y el párroco recitaba la oración de bendición: “Oramus te, Domine Deus noster ut hos agros, víneas, hos hortos has arboles, serenis oculis, hilaríque vultu respícere, digneris, tuamque super eos mitte bene†dictionem; ut non grando surripeat, non turbo subvertat, non vis tempestatis detruncet, non aestus exurat, non animalia noxia corrodant, neque inundatio pluvial exterminet, sed earum fructus incólumes, uberesque usui nostro, ad plenam maturitatem perducas. Per Christum dominum nostrum. Amen”.
Y, acto seguido, se arrodillaban todos y trazaba al aire el signo de la cruz a los cuatro puntos cardinales.
“Benedictio Dei omnipotens, Pa†tris et Fi†lii et Spiritus † Sancti descendat et maneat, super hos agros aut vineas et forum fructus. Amen. En silencio, tomaba el hisopo y rociaba el agua bendita también a los cuatro puntos cardinales”.
Concluído el rito, regresaban nuevamente en rogativa a la plaza donde -en la puerta del templo- se despedía la concurrencia.
Este rito dejó de celebrarse aproximadamente a mitad del siglo XX.
No es tu afan ni tu trabajo, labrador ,
los frutos que la tierra han de sacar
son las aguas es el sol que desde el cielo
La divina providencia mandará.
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