A segar los campos

En gaibiel se comenzaba la tarea de la siega apenas los trigos secaban, más o menos por el día de San Juan o San Pedro. Iba toda la familia a segar: hombres, abuelos y chicos. Si la mujer se quedaba en casa, se solía venir a comer al pueblo; y si iba a segar, se llevaba la comida al campo. Generalmente eran las abuelas las que se quedaban en casa cuidando a los niños de toda la familia entre ocho y doce pequeños. Si alguno caía malo, iban a segar sus tierras los familiares una vez que habían concluido las suyas.

Muchos hombres de aquí iban de obreros a otros pueblos para la siega. Concluída la siega aquí, las cuadrilla se aprestaban a marchar a Aragon. De buena mañana los hombres -con sus atos y herramientas- salían camino de Caudiel para coger allí el tren que les llevaba a "tierras bajas" y al bajo Aragón. Estaban fuera entre seis y ocho semanas según el número de campos y poblaciones a las que acudían. Cumplidos los 14 o 15 años ya se consideraban aptos para coger la hoz.

A comienzos del siglo XX había en Gaibiel unos cuatro “cabeceros” (el Marieto, el Rullo…) que eran los encargados de formar cuadrilla. A ellos acudían los varones gaibielanos ofreciéndose para trabajar, y de su cuenta quedaba admitirlos o no en función no sólo de del numero que necesitaba sino por su capacidad de trabajo o su pesonalidad. Hacían de enlace entre los propietarios de las mieses y los jornaleros. Por correo ordinario se ajustaban en fechas, numero de hombres y salarios. De modo que solían hacer una ruta de siega; concluida la faena en un lugar se encaminaban a otro campo hasta completar el ciclo del més y medio. Recorriendo un largo itinerario de poblaciones.

Entre los aperos que llevaban no podía faltar la hoz y la zoqueta. Para segar se empleaba la hoz, una hoja de acero curva y muy afilada con un mango de madera para cogerla con la mano derecha. En la mano izquierda –atada a la muñeca con una cuerda- se ponían la zoqueta (era una protección de madera), en ella introducían los tres dedos más pequeños, dejando fuera el dedo gordo y el índice para poder coger la manada de espigas que se cortaba con la hoz.

Al llegar a las tierras, lo primero era hacer los ataderos con las moragas de centeno que se habían guardado el año anterior. Para ello tomaban dos manojos pequeños de centeno y los colocaban encontrados, uno hacia cada lado, con las espigas juntándose; se hacía un nudo por debajo de la espiga y se ataba. Se iban dejando a un lado para después poder atar las gavillas y hacer los haces.

Cada uno de los segadores cogía un surco y se ponía a segar hacia delante hasta que se acababa la tierra. En su avance iban haciendo gavillas (un brazado de cereal) con tres de ellas se hacía un haz que se ataba con un atadero. Una vez hecho el haz se iba echando a un lado para recogerlos después y hacer la mostela.

La mostela se formaba juntandose los diversos haces. Se iban poniendo unos encima de otros haciendo cuatro o seis filas. En la primera fila, la que apoyaba en el suelo y hacía de base, se ponían más haces y encima se iban poniendo cada vez menos para evitar que los haces se desmoronasen. En cada tierra se hacían tres o cuatro mostelas, a veces más según las cargas que hubiera, y se dejaban allí hasta que se iba a acarrear.

Se comenzaba a segar de muy buena mañana; nada más clarear el nuevo día, a veces a las cinco y media o las seis de la mañana se cogían al tajo. A segar se iba andando o en caballerías. En las alforjas llevaban la comida y una bota o garrafa de vino y una botija de agua (un cantarico con una boca estrecha y un asa). La boca se tapaba con un tapón para que no se "varciara” el agua. Se descansaba una media hora o así para el almuerzo. Y luego se comía a la una del mediodía ordinariamente unas sopas de ajo o recocidas y un torrezno o un trozo de chorizo... y se descansaba un poco.

Mientras duraba la siega no se guardaban domingos ni festivos, para poder acabar cuanto antes. Ya que si llegaba a descargar algún nublado los dejaba sin cosecha, por lo que había de recogerse cuanto antes. Si había algún nublado se resguardaban en los corrales de las ovejas hasta que escampaba.

Sólo se guardaba Santa Sinforosa el día 18 de julio; Santiago el 25 y Santo Domingo el 4 de agosto.

Cuando se acababa la siega, empezábamos a acarrear y se traían los haces a la era con los carros.

Primero se segaban las cebadas; después los trigos y centenos que se segaban a un tenor; y por último se cortaban las avenas. El centeno se molía para los cochinos. El trigo se vendía para hacer harina y después para comprar o hacer el pan; la cebada se echaba a los machos y la avena a las gallinas, que comían de todo.

Con el centeno también se sacaba encañadura, pero eso se hacía ya en la era. Se cogía un manojo y se golpeaban las espigas en una tabla o en un banco de madera para que cayera el grano. Después se daban unos golpes al manojo para que igualaran las espigas y se juntaban varios manojos para hacer la moraga, que se ataba por arriba y por abajo y se guardaba en el pajar hasta el año siguiente.

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