Fiesta patronal en honor del Santo Cristo de la Sed
La fiesta del patrón de Gaibiel, el Santo Cristo de la Sed, se celebraba antiguamente a finales del mes de Enero –según recuerdan los más viejos del lugar-. Sería a comienzos del siglo XX cuando se trasladase la celebración a la primera semana del mes de Septiembre, liberándola a sí de los rigores del invierno que deslucían notablemente los actos festivos, al tiempo que facilitaba la participación de aquellos que -por razones de subsistencia- vivían ya fuera del pueblo.
La devoción al Sto. Cristo de la Sed (advocación de clara procedencia franciscana) se debe a las intensas misiones populares que los frailes mínimos realizaron por esta comarca del alto Palencia. Su llegada se sitúa en el S. XVIII, tal y como lo delata la gubia de la talla destruida en guerra y de la que se conserva fotografía.
A la entrada de la villa había un retablillo cerámico, que con su leyenda, pregonaba la fe de éste pueblo e invitaba al visitante a la plegaria: “Cristiano que llegas a esta villa de Gaibiel, reza a tu madre la Virgen y al Cristo de la Sed”.
La ubicación primera de la sagrada imagen en el templo de Gaibiel fue al fondo de la nave lateral derecha, de modo que según se accede desde la calle los devotos se topaban con el Cristo. En ésta antigua ubicación se conserva una pintura mural que representa un regio dosel recogido con cordones y borlas para en marcar la cruz. En esa disposición, la sagrada imagen no daba la espalda a ninguna parte de la población y extendía sus brazos uniendo ambos tramos de casas.
En el año 1941 año, tras años de cuestación popular encabezada por el tío Ramos, se trajo con gran júbilo la imagen, nueva obra del escultor José Luís Diez. Fue esa una tarde memorable
La estructura de la fiesta era la siguiente: volteo de campanas a la una el día de la víspera. Por la tarde recepción del predicador en rabal (como hemos tenido ocasión de comentar al recoger la fiesta de la Pastorica), Rosario rezado por las calles, aproximadamente a las nueve, después de cenar, música y baile suelto en la plaza y por último la “Cuerda” o tirada de cohetes y petardos (tomaba ese nombre por acotarse el recinto de coeteros con una gran cuerda) duraba hasta la una de la madrugada.
El lunes, día del Sto. Cristo despertá bien temprano, a las once, rezo de Tercia solemne, seguida de Misa y lucido sermón, al que acudía todo el pueblo luciendo sus mejores galas. Al concluir la Misa se entonaba el himno al Sto. Cristo de la sed (esto desde el año 1949, fecha en que fue compuesto por el párroco José Marzo Bover sobre partitura de José María García Castillo).
Gloria, Gloria por siempre al Bendito
¡Cristo Dios de la Sed, nuestro Rey!
Este será siempre nuestro grito
como fieles que acatan tu ley.
Esa sed que en la cruz os devora,
no es la sed que el beber apagó,
es la sed que el amor en buena hora
del pecado a los hombres sanó.
Por la sed que sufristeis, Señor,
dadnos sed de verdad y de amor.
Si algún día este pueblo atrevido
bebió el agua que da Lucifer.
Os prometo hoy, Señor, condolido,
de esa charca jamás yo beber.
Vos que sois de agua viva la fuente,
prometisteis de esa agua saciar
y por eso Gaibiel reverente
os suplica su sed apagar (Bis).
Dispará de cohetes y Comida de fiesta con los de casa. Baile en la plaza.
A las ocho de la tarde el programa parroquial marcaba el rezo de completas, el Rosario en el templo y la salida de la procesión del Sto. Cristo, que concluía con el canto de los gozos (sobre los cuales ha desarrollado un detallado y riguroso estudio el profesor Juan Tormos)
GOZOS AL SANTÍSIMO CRISTO DE LA SED
Pues sediento y lastimado
estáis en la Cruz, Señor.
Socorrednos, Redentor,
de la Sed, Cristo sagrado.
1.- Con el dichoso renombre
de la Sed sois venerado,
pálido y ensangrentado
para que se pasme el hombre;
y al veros tan Lastimado
os llame y pida favor.
2. Muy justo es que se venere
vuestra imagen singular,
y que todo este lugar
en vuestro culto se esmere;
pues que el cielo nos lo ha dada,
llamemos al Salvador.
3. Vuestra imagen nos dio el cielo
con pasmosas maravillas
para que logre esta Villa,
invocándoos, el consuelo;
acuda el desconsolado,
pidiéndole con fervor.
4. No pareciéndoos bastante
lo que por el hombre hiciste,
que tenías sed dijiste,
siendo sed de fino amor,
para que el hombre, apiadado,
la apague con el dolor.
5. ¿Quíen no se pasma y le pesa,
al veros que por el ojo
envuelto entre el arrojo,
una espina os atraviesa?
Pues le ves tan mal tratado,
llega y dile, pecador.
6. Cuando vuestra protección
imploramos afligidos
y con llantos y suspiros
os sacan en procesión,
de vuestra ira aplacado
dais muestra de gran amor.
7. En cualquier tribulación
el pueblo a Vos os invoca,
y a vuestros pies se colocan
implorando protección;
siempre queda socorrido
el que os pide con fervor.
8. Si Gaibiel se halla afligido
de la seca y desconsuelo,
Vos, enlutando ese cielo,
le dais agua y le dais vida;
la experiencia lo ha mostrada
al tener tal protector.
9. Lleguemos con devoción
a pedirle, muy contritos,
que a las culpas y delitos
nos dé este Señor perdón,
y habiéndonos perdonado,
nos comunique su amor.
Pues vuestro auxilio ha implorado
esta Villa, Creador.
Socorrednos, Redentor
de la Sed, Cristo sagrado.
Al día siguiente había solemne Misa de funeral por los difuntos de la parroquia, con sermón de Almas con la concurrencia de gran parte del pueblo. Sucedían unos días de vaquillas y toros, mucho más modestos que en la actualidad.
El miércoles comenzaban a plantarse los rústicos “entablaos” que cumplían dos importantes funciones en los festejos taurinos: poder burlar y resguardarse de la cornamenta de la fiera y hacer de tribuna desde donde las mujeres, que tenían afición, disfrutaban de los lances. Antaño correspondía tal tarea a los mocetones gaibielanos que lo ubicaban para su novia o si no la tenían aún para la madre o hermanas, según el caso. Los hombres se preparaban, días antes, sus varas y cañas para hostigar al astado en la entrada. Y algunos se elaboraban una “garrucha”, una caña larga en cuyo extremo ponían una tacha para incordiar al toro cuando salía remolón.
Las solteronas andaban apuradas esos días pidiendo favores a las amigas con mejor suerte en los amoríos, para poder plantar silla en tercera fila de algún entablao. Al mediodía se hacía la entrada y la “proba” y por la tarde ¡a ver las vaquillas y el toro!. En los entablaos las sillas se ponían en tira, la primera era para la novia y la madre (si era aficionada; por lo general eran de aquellas de “ojos que no ven…), las de detrás para quienes invitasen. Como las mujeres iban de faldón amplio nunca subían al entablao solas, sino que eran ayudadas por el hombre que gentilmente les recogía, por atrás la parte baja de la falda para evitar no sólo que se tropezase sino que el espectá-culo lo diese la novia, la madre o hermana en vez del toro. Las mujeres arriba, contemplando y animando, y los hombres abajo -a pie de la escalera y su asidero- citando al morlaco para exhibir su hombría. Allí se pasaban las cuatro tardes siguientes de tirón, los más mirando los quites y quiebros de los mozos mas toreros y lanzados, aplaudiéndoles o gritando según el resultado de cada embestida del astado; y los menos pisando arena. La plaza era un clamor toda la tarde hasta que, llegada la hora de la merienda, se empleaban en la viandas no se oía una mosca. Cada uno dentelleaba lo que podía; el bocado más delicioso la longaniza con tortilla. Refieren algunos que en los años de la hambruna de posguerra no es escapaba del entrepan ni los ratones, que bien fritos hacían de buena merendola. Luego continuaban con un par de toros hasta la noche… Eran tres o cuatro los días de toros y todo ello mucho más modesto que en la actualidad. La tarde de la vaquilla es un añadido muy reciente.
Habida cuenta de la enemistad existente siempre entre los pueblos vecinos, en este caso Gaibiel y Matet, la plegaria jocosa que se hacía a la suelta de cada toro rezaba así: “Santo Cristo de la Sed, si ha de coger alguno ¡que sea de Matet!".
La devoción al Sto. Cristo de la Sed (advocación de clara procedencia franciscana) se debe a las intensas misiones populares que los frailes mínimos realizaron por esta comarca del alto Palencia. Su llegada se sitúa en el S. XVIII, tal y como lo delata la gubia de la talla destruida en guerra y de la que se conserva fotografía.
A la entrada de la villa había un retablillo cerámico, que con su leyenda, pregonaba la fe de éste pueblo e invitaba al visitante a la plegaria: “Cristiano que llegas a esta villa de Gaibiel, reza a tu madre la Virgen y al Cristo de la Sed”.
La ubicación primera de la sagrada imagen en el templo de Gaibiel fue al fondo de la nave lateral derecha, de modo que según se accede desde la calle los devotos se topaban con el Cristo. En ésta antigua ubicación se conserva una pintura mural que representa un regio dosel recogido con cordones y borlas para en marcar la cruz. En esa disposición, la sagrada imagen no daba la espalda a ninguna parte de la población y extendía sus brazos uniendo ambos tramos de casas.
En el año 1941 año, tras años de cuestación popular encabezada por el tío Ramos, se trajo con gran júbilo la imagen, nueva obra del escultor José Luís Diez. Fue esa una tarde memorable
La estructura de la fiesta era la siguiente: volteo de campanas a la una el día de la víspera. Por la tarde recepción del predicador en rabal (como hemos tenido ocasión de comentar al recoger la fiesta de la Pastorica), Rosario rezado por las calles, aproximadamente a las nueve, después de cenar, música y baile suelto en la plaza y por último la “Cuerda” o tirada de cohetes y petardos (tomaba ese nombre por acotarse el recinto de coeteros con una gran cuerda) duraba hasta la una de la madrugada.
El lunes, día del Sto. Cristo despertá bien temprano, a las once, rezo de Tercia solemne, seguida de Misa y lucido sermón, al que acudía todo el pueblo luciendo sus mejores galas. Al concluir la Misa se entonaba el himno al Sto. Cristo de la sed (esto desde el año 1949, fecha en que fue compuesto por el párroco José Marzo Bover sobre partitura de José María García Castillo).
Gloria, Gloria por siempre al Bendito
¡Cristo Dios de la Sed, nuestro Rey!
Este será siempre nuestro grito
como fieles que acatan tu ley.
Esa sed que en la cruz os devora,
no es la sed que el beber apagó,
es la sed que el amor en buena hora
del pecado a los hombres sanó.
Por la sed que sufristeis, Señor,
dadnos sed de verdad y de amor.
Si algún día este pueblo atrevido
bebió el agua que da Lucifer.
Os prometo hoy, Señor, condolido,
de esa charca jamás yo beber.
Vos que sois de agua viva la fuente,
prometisteis de esa agua saciar
y por eso Gaibiel reverente
os suplica su sed apagar (Bis).
Dispará de cohetes y Comida de fiesta con los de casa. Baile en la plaza.
A las ocho de la tarde el programa parroquial marcaba el rezo de completas, el Rosario en el templo y la salida de la procesión del Sto. Cristo, que concluía con el canto de los gozos (sobre los cuales ha desarrollado un detallado y riguroso estudio el profesor Juan Tormos)
GOZOS AL SANTÍSIMO CRISTO DE LA SED
Pues sediento y lastimado
estáis en la Cruz, Señor.
Socorrednos, Redentor,
de la Sed, Cristo sagrado.
1.- Con el dichoso renombre
de la Sed sois venerado,
pálido y ensangrentado
para que se pasme el hombre;
y al veros tan Lastimado
os llame y pida favor.
2. Muy justo es que se venere
vuestra imagen singular,
y que todo este lugar
en vuestro culto se esmere;
pues que el cielo nos lo ha dada,
llamemos al Salvador.
3. Vuestra imagen nos dio el cielo
con pasmosas maravillas
para que logre esta Villa,
invocándoos, el consuelo;
acuda el desconsolado,
pidiéndole con fervor.
4. No pareciéndoos bastante
lo que por el hombre hiciste,
que tenías sed dijiste,
siendo sed de fino amor,
para que el hombre, apiadado,
la apague con el dolor.
5. ¿Quíen no se pasma y le pesa,
al veros que por el ojo
envuelto entre el arrojo,
una espina os atraviesa?
Pues le ves tan mal tratado,
llega y dile, pecador.
6. Cuando vuestra protección
imploramos afligidos
y con llantos y suspiros
os sacan en procesión,
de vuestra ira aplacado
dais muestra de gran amor.
7. En cualquier tribulación
el pueblo a Vos os invoca,
y a vuestros pies se colocan
implorando protección;
siempre queda socorrido
el que os pide con fervor.
8. Si Gaibiel se halla afligido
de la seca y desconsuelo,
Vos, enlutando ese cielo,
le dais agua y le dais vida;
la experiencia lo ha mostrada
al tener tal protector.
9. Lleguemos con devoción
a pedirle, muy contritos,
que a las culpas y delitos
nos dé este Señor perdón,
y habiéndonos perdonado,
nos comunique su amor.
Pues vuestro auxilio ha implorado
esta Villa, Creador.
Socorrednos, Redentor
de la Sed, Cristo sagrado.
Al día siguiente había solemne Misa de funeral por los difuntos de la parroquia, con sermón de Almas con la concurrencia de gran parte del pueblo. Sucedían unos días de vaquillas y toros, mucho más modestos que en la actualidad.
El miércoles comenzaban a plantarse los rústicos “entablaos” que cumplían dos importantes funciones en los festejos taurinos: poder burlar y resguardarse de la cornamenta de la fiera y hacer de tribuna desde donde las mujeres, que tenían afición, disfrutaban de los lances. Antaño correspondía tal tarea a los mocetones gaibielanos que lo ubicaban para su novia o si no la tenían aún para la madre o hermanas, según el caso. Los hombres se preparaban, días antes, sus varas y cañas para hostigar al astado en la entrada. Y algunos se elaboraban una “garrucha”, una caña larga en cuyo extremo ponían una tacha para incordiar al toro cuando salía remolón.
Las solteronas andaban apuradas esos días pidiendo favores a las amigas con mejor suerte en los amoríos, para poder plantar silla en tercera fila de algún entablao. Al mediodía se hacía la entrada y la “proba” y por la tarde ¡a ver las vaquillas y el toro!. En los entablaos las sillas se ponían en tira, la primera era para la novia y la madre (si era aficionada; por lo general eran de aquellas de “ojos que no ven…), las de detrás para quienes invitasen. Como las mujeres iban de faldón amplio nunca subían al entablao solas, sino que eran ayudadas por el hombre que gentilmente les recogía, por atrás la parte baja de la falda para evitar no sólo que se tropezase sino que el espectá-culo lo diese la novia, la madre o hermana en vez del toro. Las mujeres arriba, contemplando y animando, y los hombres abajo -a pie de la escalera y su asidero- citando al morlaco para exhibir su hombría. Allí se pasaban las cuatro tardes siguientes de tirón, los más mirando los quites y quiebros de los mozos mas toreros y lanzados, aplaudiéndoles o gritando según el resultado de cada embestida del astado; y los menos pisando arena. La plaza era un clamor toda la tarde hasta que, llegada la hora de la merienda, se empleaban en la viandas no se oía una mosca. Cada uno dentelleaba lo que podía; el bocado más delicioso la longaniza con tortilla. Refieren algunos que en los años de la hambruna de posguerra no es escapaba del entrepan ni los ratones, que bien fritos hacían de buena merendola. Luego continuaban con un par de toros hasta la noche… Eran tres o cuatro los días de toros y todo ello mucho más modesto que en la actualidad. La tarde de la vaquilla es un añadido muy reciente.
Habida cuenta de la enemistad existente siempre entre los pueblos vecinos, en este caso Gaibiel y Matet, la plegaria jocosa que se hacía a la suelta de cada toro rezaba así: “Santo Cristo de la Sed, si ha de coger alguno ¡que sea de Matet!".
Comentarios